martes, 4 de junio de 2013

Luto Marcial


No faltan noticias sorprendentes que nos vapuleen a diario. Cualquier lugar del mundo es bueno para que ocurra algo inverosímil que nos sobrecoja o que nos saque de nuestro limbo particular de equilibrio y evolución.
La noticia de que un monje de Shaolín de Bilbao ha torturado y asesinado supuestamente a otras personas no solo es sobrecogedora, sino que es realmente una verdadera catástrofe para una sociedad cada vez más carente de referencias evolutivas coherentes.
Nuestro nivel de crisis se encuentra ya en máximos históricos, pero no me refiero únicamente a la crisis económica. Estamos en una crisis profunda de valores, precisamente de los valores que los instructores de artes marciales queremos consolidar como eje de convivencia humana y como fundamento para una sociedad pacífica y autocontrolada.
Este personaje perdió la cabeza y el alma en un camino equivocado, su camino no era el camino de un artista marcial. Para aquellos que estamos al pie del cañón en esta difícil vía no nos cabe la más mínima duda. La vía de las artes marciales no son rituales llenos de collares en los que nos afeitamos la cabeza y quemamos incienso en un altar de dioses ajenos. No vestimos hábitos monásticos para desarrollar nuestro arte.
Buscamos fundamentalmente el equilibrio, el autocontrol, la gestión positiva de las energías nefastas de la violencia y la incoherencia vital. Para un artista marcial, despertarse cada día es un milagro y un regalo del cielo al que debe responder con la máxima apuesta por la vida, por las personas y por la convivencia en paz.
Es fácil banalizar nuestro camino reflejándolo en tantas y tantas películas cuyos personajes no buscan en realidad estos objetivos. Todos somos un poco culpables de endiosar a los personajes de estas películas, de quedarnos con el modelo de protagonista espiritual, implacable, musculado y vengativo que subyuga a todos los que intentan doblegarlo. La mayor parte del cine de artes marciales se centra en aspectos tan negativos como la venganza, la competitividad, la invencibilidad o el dominio guerrero de unos sobre otros. Un desastre que fundamenta, por desgracia, el interés de algunos por estos antiguos métodos de crecimiento personal y autodefensa.
Pero no nos equivoquemos, este individuo no ha cometido estas atrocidades por ser un monje de Shaolín desvariado o un artista marcial al que su camino le hizo enloquecer. Este personaje se perdió nada más empezar. Comenzó equivocándose en la primera curva del camino en la que se cayó en la cuneta del ego, el endiosamiento y la monástica locura incoherente de quien ha nacido en una población occidental del siglo XX, ya XXI, y cree que sigue viajando en el tiempo a través de su disfraz de monje occidental.
Realmente este hombre no puede ser una vergüenza para el colectivo con el que él ha pretendido identificarse, precisamente porque no tiene nada que ver realmente con él. Estamos ante una perversión humana monstruosa capaz de torturar a una persona hasta la muerte ¿Qué tiene esto que ver con las artes marciales?
Si alguien tiene dudas al respecto baste señalar que en España no somos unos cuantos practicantes de artes marciales, somos cientos de miles que diariamente acudimos a nuestras salas de entrenamiento a mejorarnos como personas. Acudimos a una cita obligada con nuestra responsabilidad de evolucionar hacia la mejor versión posible de nosotros mismos, con determinación, esfuerzo y paciencia. No nos pavoneamos, no representamos un papel anacrónico que convenza a todos los sedientos de películas y de historias de otro mundo. La realidad es mucho más cruda.
La realidad de la práctica es encontrar el tiempo para integrarla en una vida llena de obligaciones laborales, familiares y sociales. Es conseguir pagar la cuota del gimnasio pese a estar en el paro o, para el caso de los profesores, explicar en tu casa por qué este mes tienes menos alumnos y no hay dinero para ningún extra o incluso para lo imprescindible, aunque seguimos luchando por fomentar estos valores fundamentales de lo que entendemos como humanidad.
En este país el camino del artista marcial es mucho más complejo de lo que parece. Como para tantas otras, no hay ninguna ayuda pública real para esta actividad profesional. Sometidos a las mismas presiones económicas que cualquier otro autónomo, nos enfrentamos a ofertas laborales indignas que ofrecen duros a tres pesetas, sin tener en cuenta la trayectoria profesional que hay detrás de los que nos dedicamos a esto.
Realmente, personajes nefastos como este son los que tienen acceso a los canales de televisión, editan vídeos de gran popularidad, realizan cursos masivos atestados de acólitos que buscan una iluminación barata (o cara) y rápida. Estos son los que, llamándose a sí mismos artistas marciales, triunfan económicamente en nuestro país y se señalan a sí mismos como referentes de esta vía. Estos que seguramente no saben lo que es limpiar la sala de entrenamiento, hacer encajes de bolillos con las facturas pendientes para poder mantener la sala abierta, trasnochar preparando clases para que los alumnos no pierdan la ilusión y reciban la información de la forma más amena, práctica e inteligible posible, o dar clases para 10 o 4 o 1 si se da el caso, poniendo siempre lo mejor de nuestro corazón y nuestra profesionalidad en dicha acción. 
Quizá un artista marcial real no vende tanto. Se muestra con una verdadera humildad que la masa estima sin interés. Presenta una única y verdadera ambición, progresar en su arte y en la difusión de aquello que le ha sido legado para que juntos podamos enfrentarnos a los retos de la vida. No utiliza poses ni frases rimbombantes. Trabaja duro día a día para poder vivir de su actividad docente en una profesión cada vez más castigada. La humildad, la honestidad, el honor, la colaboración, el respeto y otros muchos valores intrínsecos al eco de nuestra tradición, simplemente no venden tanto como un mono vestido de seda.
Hoy es un día de luto por varios motivos. El primero e insoportable es porque unos seres humanos han sufrido el desequilibrio y la perversión de una persona innombrable. También, porque en el habitual ejercicio de hacer pagar a justos por pecadores, todos los artistas marciales nos llevaremos una gota de esa sangre que seguramente, de haberlo podido evitar, lo habríamos hecho incluso con la nuestra propia, ese es realmente nuestro camino. Defender al débil, representar la justicia y la sabiduría desapareciendo uno mismo si hace falta, en nuestra práctica lo denominamos Wu wo, sin ego.
Pero en esta ocasión hemos llevado rasca todos, budistas, gimnasios y artistas marciales. Tendremos todos y todas que reflexionar sobre el mundo que estamos propiciando, que permite que se aplauda a este tipo de personajes relevantes en la esfera de los medios de comunicación para después, cuando aparece su vergüenza insoportable, compartir lo amargo con los demás que antes mediáticamente ni existían.
Es fundamental que la justicia funcione y ponga las cosas en su lugar en el ámbito de la legalidad con contundencia y efectividad. También es fundamental que nuestra sociedad haga un ejercicio de madurez y justicia y no permita el linchamiento de nuestro colectivo por una acción que no nos pertenece y que condenamos con todas nuestras fuerzas.
Francisco J. Soriano 
Delegado de Unionwushu en Málaga

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