Muchos han sido los títulos que se me ocurrieron cuando me surgió la idea
de escribir este artículo. Desde «Este no es país para serios», hasta «Esto no hay
quien lo arregle». Finalmente decidí quedarme con el que representa la esencia
que justifica este rato de libre expresión, una de las pequeñas libertades que aún
nos quedan en este país.
Lo que pasa en España no pasa en ningún otro lugar del mundo. Esta frase
robada a mi padre, no fue realmente entendida por mí en profundidad hasta estos
tiempos. Nos encontramos en un país que mantiene a capa y espada situaciones realmente
rocambolescas.
Como practicante de artes marciales chinas, llevo más de 26 años escuchando
la tan temida cantinela de «ya mismo se van a regular las artes marciales
chinas y todo el mundo tendrá que estar en una única federación y someterse al ámbito
federativo correspondiente».
La estupidez de esta afirmación, tan reiterada por todos aquellos que
arriban a los puertos de cualquiera de las federaciones japonesas que acogen de
buen grado a las disciplinas chinas, como haciéndonos un favor, es supina si
analizamos con detalle cómo transcurren las cosas en nuestro país sobre este pobre
asunto.
En primer lugar, la separación o reparto que se hace de las artes marciales
chinas entre las federaciones de Judo y de Karate es, simple y llanamente, de
pura risa. Los argumentos para derivar nuestras artes marciales a una u otra
federación se sustentan en una particular y curiosa teoría, que no se sabe
quién y por qué la hizo en su momento, que envía a los estilos «tradicionales» a
la federación de karate y a las «modalidades modernas» a la federación de judo,
eso sí, en el segundo de los casos amparado todo ello en los acuerdos
internacionales con la IWUF. Parece evidente que, por defecto, todo lo que no
entra dentro de las normas deportivas de una tiene que derivarse a la otra.
Esta singularidad, poco repetida en el panorama internacional, pone de
manifiesto que además de por los toros, las panderetas y lo políticos chorizos,
se nos puede reconocer por haber dividido lo indivisible. Es para tomárselo en
serio, créanme.
El nivel de nuestros deportistas en España es reconocido internacionalmente,
sobre todo, el de los deportistas que cobran importantes sumas de dinero o que
son abanderados de las grandes marcas esponsorizadoras. La calidad o el nivel
de un deporte se miden por aquel aporte que hace al mercado que da vida a
nuestra sociedad, tanto en el ámbito local como en el nacional. Ahora los
logros de nuestras selecciones son los nuestros propios, los goles de nuestro
equipo son nuestras glorias y sus derrotas el motivo para estar cabizbajo hasta
el próximo domingo. El resto de las actividades van quedando en el rio del
divertimento o de la salud que tanto nos preocupa.
El siglo XXI se ha revestido de una complejidad sistémica muy elevada. Lo
ha hecho con aspiraciones tan altas que parece oscurecer el brillo de cualquier
modalidad vinculada a tradiciones ancestrales. Esto ha generado una tendencia
que las va relegando progresivamente al ostracismo en detrimento de cualquier moda
o invención deportiva emergente.
Para las artes marciales que practicamos, el panorama es gemelo al que
acabo de detallar. No solo no tenemos una representación nacional federativa
propia, tal y como tienen algunas actividades como la petanca, el tiro a
pichones, los galgos, la colombicultura o la caza; además estamos participando
activamente en estos ámbitos aportando licencias y cuotas a federaciones de
otras disciplinas.
Por supuesto que no voy a entrar en esta polémica del uso de estas
licencias, subvenciones, destino de recursos para modalidades, etc. De eso ya
está bien servido todo el que participe en ellas. Mi pregunta de fondo es mucho
más simple que todo esto.
¿Qué no hemos sabido hacer como colectivo para conseguir lo que han
conseguido los practicantes de Pádel o de Bolos? ¿Por qué los bolos, el billar
y la petanca no son disciplinas asociadas de la Federación Española de Pelota,
de forma conjunta con el Frontón y el Trinquete tal y como nosotros estamos
obligados como deporte a hacerlo? Lo digo realmente en serio.
¿Qué nos ha impedido hasta la presente fecha constituir un único colectivo
ligado exclusivamente a sus intereses como tal? Personalmente creo que nuestra
práctica tiene múltiples enfoques, muchos de ellos incompatibles con lo que se
nos está vendiendo como «deporte». Algunos señalan lo difícil que es catalogar
todos los estilos de Kung Fu que existen y verificar su calidad y la
profesionalidad de sus instructores o sus clubes. Según parece, este problema
se difumina si la licencia, el profesor o el club optan por integrarse en las
federaciones japonesas que nos han cobijado hasta hace poco.
¿Pero estamos locos o qué? ¿Qué intereses nos están impidiendo superar este
escollo tan duradero? ¿A quién no le interesa perder licencias y clubes para
que funcionen en su verdadero ámbito de gestión? Hablamos del ámbito de gestión
que les corresponde como un colectivo que sí tiene vínculos reales históricos y
culturales que compartir.
La intención de este artículo no es menospreciar a ninguna actividad, en
todo caso puede señalarnos más a nosotros como incapaces de lograr lo que otras
actividades con una historia, tradición, experiencia y relevancia internacional
menores han conseguido.
Tendríamos que plantearnos por qué estar en una federación deportiva cuando
nuestra actividad es mucho más que eso. Tendríamos que pensar cómo establecer
un marco democrático de comunicación colectiva que evite a los potenciales
caciques o dictadores que sólo quieren llenarse el bolsillo y ganar
popularidad. Tendríamos que evaluar nuestras necesidades como grupo, nuestro
potencial, nuestros defectos y nuestras posibilidades reales de coexistir en un
mismo entramado de colaboración, unidad, apoyo y respeto.
Estos valores que promulgamos como practicantes de artes marciales chinas
en el ámbito de nuestras escuelas, pueden y deben ser el guión de nuestra
actividad colaboradora, de nuestra sinergia como hermanos de una misma tradición.
Una tradición común de más de cuatro mil años que se ha visto truncada en
España por unos intereses pujantes divergentes que han conseguido finalmente
separarnos. A unos se les ha inducido a creer que la tradición marcial no tiene
cabida en una sociedad moderna del siglo XXI, a otros que el deporte no es
efectivo como método de defensa personal, a otros porque entienden que unos
estilos son más importantes que otros o que piensan que su maestro es más maestro
que los del resto. Algunos señalan que lo interno y lo externo deben derivarse
también a otros ámbitos porque sus mercados de interés son diferentes.
Si nos paramos a pensar con calma toda esta situación, apreciaremos que es
evidente que hay una actuación divisoria generalizada miremos por donde
miremos. Tenemos que responder a este intento de división uniéndonos, creando
el espacio y el tiempo que debe contenernos para que podamos mantener intactas
nuestras tradiciones, sin que ningún interés comercial, deportivo o político
intente modificar esta tendencia que nos ha llegado en herencia.
Las artes marciales chinas son un único y mismo colectivo que comparte un
flujo ininterrumpido de elementos socioculturales de gran profundidad y antigüedad.
La división en cientos, miles de ramas, es el fruto de una evolución prolongada
en el tiempo. Una evolución que ha mantenido una selección natural de estilos
quedando lo que representamos en la actualidad.
La profesionalización de nuestros profesores depende de nuestra capacidad
grupal de establecer unos criterios coherentes, dinámicos, integradores y
actuales de formación. Los conocimientos registrados de estilos, escuelas,
ramas, variantes, etcétera, nos exigen una actividad documental y de
investigación que debemos registrar de forma unánime en un foro de conocimiento
colectivo al alcance de todos los que formamos esta gran familia. La utilidad
social de las artes marciales chinas, su aplicación a los problemas cotidianos
del ser humano en materia de salud física y psíquica debe ser prioritaria para
establecer nuestros objetivos de cara a nuestra sociedad actual. La innovación
pedagógica, la investigación funcional de los estilos, el registro de
experiencias y el establecimiento de comunicaciones con grandes maestros,
representantes internacionales de diferentes modalidades o emergencia organizativa
de similares características, también debe abordarse para aportar y recoger
todo aquello que pueda ser de utilidad a nuestra causa común. Esta causa es solo
una, mantener viva una tradición que
aglutina no solo el arte de combatir, también el arte de vivir y de morir en armonía
con el entorno y con las circunstancias que nos rodean.
Quizá si esto fuese así, no habría intentos de crear nuevos estilos sacados
de la nada o no existirían personajes que desgraciaran la vida de tanta gente
que acude sinceramente a aprender. La seriedad, el trabajo constante, la
responsabilidad, el conocimiento y la comprensión de lo que hacemos son un
orden de trabajo que debe marcar el ritmo de evolución de cualquier
organización que pretenda abordar esta misión en España. Parece una misión imposible
entre el complejo entramado de intereses que impiden realmente este suceso,
pero no lo es si creemos que puede superarse.
Esto es lo que hace que cada día esté más convencido de que en el marco que
estamos desarrollando la ANCAMCHI cabe esta intención, cabe este potencial y
cabe la determinación que necesitamos como colectivo para afrontar este reto.
Tendremos defectos que superar, adaptaciones que hacer y reflexiones que
abordar, pero tenemos muchas más cosas que apoyan todo lo que he mencionado
anteriormente. Este espacio de trabajo, de esfuerzo y de ilusión es fruto de
muchas almas implicadas al 100% con su misión como transmisores de un legado
que no nos pertenece, que viaja a través de nosotros hacia generaciones futuras
que sepan sacar de él todo lo que el ser humano necesita para vivir en paz y
armonía, con justicia y con la felicidad que es deseable para todas las
personas del mundo.
Este proyecto comienza en esta Asociación Nacional de Clubes de Artes
Marciales Chinas. La puerta está abierta y el trabajo ha comenzado ya y
continúa sin descanso.
Por eso estamos en Unionwushu.
POR:
D. Francisco Jose Soriano Tejeiró
Delegado de Malaga de UNIONWUSHU
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